LA MATANZA RECUPERA ESTE DOMINGO 29 LA OCTAVA GANADERA DE SAN ANTONIO, CUYAS RAÍCES PARTEN DE LA BATALLA DE ACENTEJO
A San Antonio se le atribuye la protección de los ganados, y en La Matanza se le hace responsable de las primeras lluvias del año, mientras las jóvenes casaderas pasaban tres veces por debajo de su altar tirándole del mando
Este domingo 29 de enero, como marca la tradición en nuestro mundo rural, todos los caminos de Tenerife conducen a la ermita de San Antonio Abad, en La Matanza de Acentejo, un templo que desde el año 2020 ha pasado a ser consideración como Santuario. El mismo hunde sus raíces en tiempos de la Conquista de Tenerife. Pocos años después de finalizada la misma, en los primeros años del siglo XVI, el escribano Antón Vallejo que había participado en la Batalla de Acentejo acontecida en las inmediaciones de donde hoy se levanta el templo, cumple con su promesa edificando la ermita primitiva al haber salido con vida de aquella dura contienda. Vallejo asigno terrenos y viñas al templo para contribuir al sostenimiento del culto. De acuerdo con la tradición, la escultura de San Antonio Abad que se venera en La Matanza fue la primera imagen de santo llegada a Tenerife tras finalizar la Conquista, por lo que con toda probabilidad la celebración de su fiesta y la costumbre de exponer al ganado a su bendición, debió germinar de manera muy precoz en La Matanza. Según consta documentalmente el templo primitivo estaba ya construido en junio de 1539, así como su patronato y capellanía, contando con 50 fanegadas de terreno, un trozo de viña y árboles del lugar. La ermita original dio paso al actual templo a partir del año 1882, localizándose en las proximidades del Barranco de Acentejo.
OCTAVA GANADERA, ACTO DE BENDICIÓN TRADICIONAL
La celebración de San Antonio en La Matanza abarca por tradición los tres domingos consecutivos e inmediatos al día del santo, que es el 17 de enero, de manera que este 2023 las fechas señaladas son los días 22 y 29 de enero, junto con el 5 de febrero. El día grande se corresponde con el segundo domingo, conocido como Octava Ganadera, en el que desde primeras horas de la mañana comienza el peregrinaje de fieles, que de manera constante fluye hasta primeras horas de la tarde, cuando concluye la función religiosa, el desfile y bendición de ganado, y la entrega de ayudas y premios a los ganaderos.
SANTO MILAGRERO
El San Antonio Abad de La Matanza está considerado un santo milagrero. Desde hace siglos los ganaderos y los fieles acuden al templo por su festividad para dar gracias por los milagros concedidos. Una forma muy particular de hacerlo es a través de los exvotos de cera, figurillas artesanales que reproducen todo tipo de animales, personas o partes concretas del cuerpo humano que habían sanado de alguna dolencia o que, en el caso del ganado, había sido especialmente fértil en el año en curso. Los fieles traen esas figuras o bien las adquieren en el propio Santuario y las depositaban a los pies de santo, mientras completan la ofrenda encendiendo la preceptiva vela.
Otra costumbre que aún se sigue desarrollando es la de pasar por debajo del altar donde se ubica el santo por tres veces, tras tirarle del manto a la imagen. Las jóvenes casaderas (y los jóvenes) lo hacían para que el santo les ayudara a conseguir novio. De concretarse el “milagro”, al año siguiente por las fiestas había que regresar con la pareja para agradecer el haber sido escuchado/a.
Una curiosidad poco conocida fuera del pueblo es la del llamado “Lomo Santo”, un afloramiento rocoso que se localiza en el margen derecho de la Carretera de San Antonio, a unos 500 metros del templo, justo donde comienza El Montillo. La tradición popular local cuenta que en el pasado existía la intención de prolongar las procesiones con la imagen del santo más allá de los límites de barrio, hasta llevarlo a la parroquia de El Salvador. Durante el trayecto el santo fue aumentando su peso de forma “milagrosa”, hasta que se hizo imposible moverlo. En ese momento los fieles y el clero comprendieron que la voluntad del santo era la de no salir del barrio, por lo que nunca se volvió a plantear su traslado y el lugar exacto del “prodigio” pasó a llamarse “Lomo Santo”
